Además, debe entenderse como estímulo a la Iglesia y a la sociedad para que trabajen a favor de la vida en todas sus dimensiones, particularmente la de los pueblos marginados.
Comboni deseaba no sólo la regeneración de África a través de la fuerza del Evangelio, sino también una Iglesia misionera abierta al llamado que en aquel tiempo provenía de África. De la misma manera, nosotros los Combonianos soñamos hoy una Iglesia misionera, abierta al grito que llega de los pueblos más pobres y dispuesta a dar testimonio del Evangelio más allá de sus propias fronteras.
Por eso nos comprometemos con fuerza en la AM de toda la Iglesia; particularmente de las Iglesias locales a las que pertenecemos, por origen y por destinación. Creemos además que el carisma que el Espíritu dio a Daniel Comboni es un don para toda la Iglesia y lo ofrecemos como propuesta vocacional y de colaboración entre las Iglesias y los pueblos.