El Instituto de los Misioneros Combonianos del Sagrado corazón de Jesús
Los Misioneros Combonianos son un instituto misionero internacional de sacerdotes y hermanos, fundado en 1867 por San Daniel Comboni. Tienen como finalidad exclusiva la evangelización entre los pueblos donde la verdad de Jesucristo no ha sido aún anunciada o donde necesita consolidarse. Proclaman, anuncian el Evangelio y colaboran en el desarrollo de los pueblos.
El Instituto realiza su finalidad enviando sus miembros adonde se requiere una actividad misionera conforme al carisma del Fundador, fomentando la consciencia misionera del Pueblo de Dios, promoviendo las vocaciones misioneras y formándolas para la misión.
Según la inspiración del Fundador, el Instituto se compone de sacerdotes y hermanos. Esta particularidad realiza más plenamente el carácter eclesial del Instituto y hace más fecunda su actividad y complementariedad de los servicios.
Pequeño cenáculo de apóstoles
Tras intentar implicar a varios Institutos en la realización de su «Plan», Daniel Comboni se ve obligado a fundar en Verona, el 1º de junio de 1867, el «Instituto para las Misiones de África»: un pequeño grupo de sacerdotes y hermanos de diversas nacionalidades, unidos por un juramento de pertenencia y de fidelidad a la misión.
A la muerte de Daniel Comboni (1881) se produce algo de desconcierto entre los cardenales y los obispos interesados en su misión. En cambio sus misioneros y religiosas, lo mismo los que se encuentran en Italia que aquellos que estaban en Egipto y en Sudán, saben afrontar con gran determinación ese trágico momento. No obstante, en los primeros años se ven zarandeados por turbulencias y sometidos repentinamente a una dura prueba. Ya en 1882 tropas sudanesas guiadas por Mohamed Ahmed, que se había proclamado «el Mahdi» (o sea, «el bien guiado», descendiente de Mohama), saquean las misiones, hacen prisioneros a todos los misioneros y misioneras, y los obligan a caminar descalzos durante semanas y meses por la ardiente arena del desierto.
El primer sucesor de Mons. Comboni, Mons. Francisco Sogaro, se dedica a obtener su liberación; pero ésta sólo se completará en 1898. Entretanto en Italia, se piensa en estrechar los vínculos entre los misioneros, y entre éstos y sus superiores, para dar mayor estabilidad y una garantía de eficacia a la obra misionera, por lo que en 1885 el Instituto se convierte en congregación religiosa.
Los nuevos misioneros así reforzados y consolidados empiezan a volver a la misión. Van primero a Egipto (1887), y luego a Sudán (1900), donde tienen que reconstruir todas las misiones destruidas por los secuaces del Mahdi. Pero, no contentos con esto, se adentran al sur.
En el corazón de África
Los nuevos misioneros se llamaron «Hijos del Sagrado Corazón de Jesús». Y es que Comboni, gran devoto del Sagrado Corazón, había propagado la espiritualidad y las diversas devociones del mismo. Uno de esos misioneros, Mons. Antonio Roveggio, el segundo sucesor de Comboni, se adentra tan al sur de Sudán que casi llega a Uganda. Pero las fiebres truncan su vida: muere en 1902, a la joven edad de 43 años.
Corresponde a su sucesor penetrar en el corazón de África, entre las poderosas tribus de los Denka, los altos Shilluk y los laboriosos Bari. No faltaron las dificultades: en una región del Sudán Meridional llamada Bahrel-Gazal mueren en un año cinco misioneros, y otros tienen que pasar luego largos períodos en El Cairo o en Italia para restablecer su salud. Mons. Francisco Javier Geyer, tercer sucesor de Comboni, no se desanima por ello; al contrario, va todavía más al sur y en 1910 se encuentra en Uganda con un grupo de misioneros.
Progresos y dificultades del Instituto
Aunque según el deseo de Comboni los miembros eran de diversas nacionalidades, había dos grupos más numerosos: los italianos y los austro-alemanes. Por problemas relativos a aquel momento histórico, en la Asamblea General (o Capítulo) de 1919 decidieron una cierta autonomía de los dos grupos. Sin embargo la Santa Sede, después de escuchar el parecer del Superior General, P. Pablo Meroni, decide en 1923 dividir el Instituto en dos congregaciones misioneras. Su reunificación se realizó en 1979. Esta fue posible porque ambos grupos conservaron inalterada su identidad misionera y, sobre todo, el recuerdo de Comboni. El P. Pablo Meroni tiene el mérito de introducir en 1927 el proceso de beatificación de Daniel Comboni, el Fundador.
Expansión e internacionalidad
Será el P. Antonio Vignato, uno de los pioneros de las misiones en Sudán, el que se abra a otras naciones de Europa y de allende el Atlántico. Elegido Superior General en 1937, es consciente de las necesidades de las misiones de África, que entonces estaban bajo el dominio británico, y en 1938 abre una casa en Inglaterra. Ya establecido en ese país atlántico, lleva sus misioneros a los Estados Unidos (1939): necesitaba más personal de lengua inglesa y también ayudas económicas. Los hermanos de lengua alemana llegaron a Perú en 1938. Por idénticas necesidades de las misiones de Mozambique, donde se habla portugués, fue abierta una casa en el norte de Portugal (1947). Corresponde luego al P. Antonio Todesco, Superior General desde 1947 hasta 1959, estudiar las necesidades de las misiones de la costa americana del Pacífico, en la Baja California mexicana, en enero de 1948.
Pero ¿quién detendrá a los misioneros Combonianos? En 1952 le toca el turno a Brasil: primero en el norte, la parte más pobre del país, y más tarde en las «favelas» de las grandes ciudades del sur.
Habiendo conocido la pujante expansión de los Combonianos, la Santa Sede, por medio de Propaganda Fide, les pide que asuman también la responsabilidad de un territorio en el Ecuador, en Esmeraldas. Allí llegan en 1954 los primeros misioneros, y como algunos de ellos ya han estado en África, se encuentran a sus anchas entre estos negros, llamados «morenos». El personal de España (1954) viene a aportar una ayuda inestimable en estos países a causa de la lengua.
En crecimiento hasta el Oriente
A pesar de la expansión hacia el otro lado del Atlántico y hasta las orillas del Pacífico, África nunca quedó descuidada. Los primeros campos confiados a Comboni fueron Egipto, Sudán y Uganda, país este último a donde él no logró llegar, a pesar de su ardiente deseo.
Llegarían sus sucesores en 1910. Más tarde y por orden vendrían: Etiopía (1939), Eritrea (1942), Mozambique (1947).
En los años sesenta, también los territorios de lengua francesa: República Democrática del Congo -«ex Zaire», (1963), Togo (1964), Burundi (1964), República Centroafricana (1964).
Los hermanos alemanes estaban ya en Sudáfrica desde 1923.
En los años setenta, nuevas aberturas incluyen a Kenia, Ghana, Malawi, Chad y Benín en África, y Costa Rica en Latinoamérica.
En estos últimos años se ha consolidado la presencia en Centroamérica (Guatemala y El Salvador) y, a impulsos de los signos de los tiempos, también en Filipinas, Hong Kong y Macao, en Asia y en Oriente Medio.