Por el Evangelio y los hermanos han dado la vida
En su historia, que abarca más de un siglo de experiencia misionera, los Institutos combonianos han mostrado una fidelidad que ha seguido manifestándose en las situaciones más difíciles e incluso en la realidad del martirio. De hecho, veintiuno de ellos (19 combonianos y 2 combonianas) han sellado con su sangre su vida misionera.
La Iglesia, desde siempre, ha tenido continua experiencia de persecución y martirio. En los últimos treinta años han dado la vida por la misión ad gentes más de quinientos misioneros: toda una muchedumbre de hombres y mujeres que han fecundado su campo de evangelización con la propia sangre.
Los misioneros no pueden seguir otro camino que el de Jesús. Como escribía Comboni, «las obras de Dios deben nacer siempre al pie del Calvario». Y también: «El verdadero apóstol no puede tener miedo de ninguna dificultad ni tampoco de la muerte.» La cruz y el martirio son su triunfo». Además, al elegir a sus misioneros y misioneras, Comboni sólo admitía a quienes estaban dispuestos a dejarlo todo y vivir una existencia de abnegación y sacrificio.
«Han vuelto los mártires»
Aparte del martirio cruento de los que han dado la vida, está el martirio incruento de tantos misioneros y misioneras que han sufrido la expulsión, la cárcel, la persecución -martirio moral extenuante- por el hecho de estar cerca de la gente, por querer ser instrumentos de diálogo, de reconciliación, de solidaridad y de paz. ¡Incluso en nuestros días! «En nuestro siglo -escribe Juan Pablo II- han vuelto los mártires, a menudo ignorados, casi «soldados desconocidos» de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible, no deben quedar perdidos en la Iglesia sus testimonios»(Tertio millenio adveniente, 37). Porque, como ha dicho Mons. Pedro Casaldáliga, «un pueblo, una Iglesia que olvida a sus mártires no merece sobrevivir». Somos así invitados, como familia Comboniana, a una espiritual e intensa comunión con nuestros hermanos y hermanas que han compartido con la sangre el destino de Cristo. Suyos son los testimonios del Misterio Pascual encarnado en el hoy del mundo.